miércoles, 9 de marzo de 2011

LA VIDA DE LOS CAMPESINOS EN LA EDAD MEDIA

LA VIDA DE LOS CAMPESINOS

Con arreglo a las leyes medievales, un campesino no era dueño de sí mismo. Todo, incluida la tierra que trabajaba, sus animales, su casa, y hasta su comida, pertenecía al señor del feudo. Conocidos como siervos de la gleba, los campesinos estaban obligados a trabajar para su señor, que en Gran Bretaña les concedía a cambio una parcela de tierra para cultivo propio. Su vida estaba llena de penalidades. Muchos se afanaban para producir alimentos suficientes para sus familias y para cumplir con su señor. Les estaba prohibido marcharse del feudo sin permiso, y para un campesino, la única manera de obtener la libertad era ahorrar el dinero necesario para comprar un lote de tierras, o casándose con una persona libre.

POBREZA DE LOS CAMPESINOS EN LA EDAD MEDIA

En la Edad Media, la carencia de lo necesario para el sustento de la vida no equivalía al desamparo total.
¿Qué miedos te asaltan cuando piensas en la pobreza? ¿Temes pasar hambre, enfermarte, el desamparo, la soledad, la marginación social, la inseguridad, la infelicidad de perder tus bienes materiales?. ¿Cómo te imaginas que se vivía la carencia de lo necesario para el sustento de la vida en otras épocas y lugares? ¿A qué tenían miedo los pobres del pasado?
En la Edad Media europea la gran mayoría de la gente vivía en lo que actualmente entendemos como pobreza extrema: apenas con los mínimos recursos para sobrevivir y con la muerte como una realidad cotidiana. En el siglo X un cuarto de los niños moría antes de los cinco años y otro cuarto antes de la pubertad.
La vida de los campesinos, es decir de la mayoría de la población europea, era sumamente austera. Los hombres vestían un faldón, una especie de chaleco forrado de conejo (que para los más ricos era de gato), y un sombrero de tela. Las mujeres vestían dos túnicas superpuestas y un manto. Para trabajar usaban muy pocas herramientas de hierro, pues la gran mayoría de sus utensilios eran de madera. Los campesinos escarbaban la tierra con arados provistos de una reja de madera endurecida al fuego. El rendimiento de la tierra era muy bajo.
La comida era escasa: algunas hierbas, granos y caza pequeña, y una hogaza de pan que se atesoraba. Los trabajadores estaban aplastados por el peso enorme de un pequeño sector de explotadores —guerreros y eclesiásticos— que se quedaban con casi toda la producción agrícola. El pueblo vivía temiendo el mañana. La posibilidad de sufrir hambrunas era común, debido a una mala cosecha, que a veces se acumulaban e implicaban dos o tres años de mal comer. Los pobres de la Edad Media temían sobre todo al hambre. Este miedo permanente está en la raíz de la sacralización del pan, de ahí que la súplica al Dios cristiano rece: “Danos el pan de cada día.”
Sin embargo, a pesar de la escasez de bienes y comida, en el duro mundo medieval no existía el desamparo total. Las relaciones de solidaridad y de fraternidad hacían posible que se redistribuyera la exigua riqueza, y con ello se aseguraban la supervivencia de los más pobres La sociedad medieval era una sociedad de solidaridad porque la pobreza era la suerte común. Prevalecía el sentimiento de estar eternamente acompañado, porque los seres humanos vivían de forma gregaria. Más de una familia habitaba una misma casa, varios dormían en un mismo lecho. En el interior de las casas no había paredes verdaderas, sólo colgaduras.
Los hombres y mujeres del medievo nunca salían solos y desconfiaban de quien lo hacía: eran locos o criminales. Cualquier individuo que buscara el aislamiento se convertía inmediatamente en objeto de sospecha o de admiración (como los eremitas*), y era tenido por “extraño”. Andar errante en la soledad era, según la opinión común, uno de los síntomas de la locura. Incluso se consideraba una obra piadosa que se intentara reintegrar a los solitarios a alguna comunidad.
EL TRABAJO DE LOS CAMPESINOS
Roturar nuevas tierras era una operación muy corriente en toda la Alta Edad Media, cuando se agotaban las tierras de cultivo había que abandonarlas y crear nuevas para mantener el nivel de rendimiento, esto era inevitable ante la falta de abonos.
Sin embargo, ante el aumento de población, la roturación de nuevas tierras se convirtió en una necesidad aún mayor. Se puede decir incluso que la ampliación de nuevas tierras fue la gran expansión económica del siglo XII.
La escasez fue el auténtico motor de este proceso, llevado a cabo sobretodo por los hijos que no podían encontrar alimentos en las tierras familiares, a pesar de los progresos técnicos.
Al principio se roturaban las tierras aledañas a la aldea, aumentando el “claro aldeano”. Esta fue también la forma más común de aumentar tierras de cultivo, pues el señor podía controlarlas y así aumentar sus beneficios.
Otro caso fue el de las roturaciones en núcleos de población nuevos, se elegía un pequeño claro dentro de una zona forestal y desde el interior se empezaba a suprimir todos los obstáculos naturales, aquí tenemos, además, el principio de la futura deforestación de Europa Occidental. Este modelo, sin embargo, se especializó en recolección forestal y pastoril, sobretodo ante las nuevas demandas alimenticias de carne, madera, lana, etc...
La forma de expansión que más conocemos, al estar muchas documentadas por escrito, fue la fundación de nuevas tierras. Éstas, sin embargo, fueron promovidas por los señores, en tierras de su propiedad pero que ocupaban el yermo (tierras no aptas para la agricultura). Aquí, sin embargo, el interés del señor iba dirigido más al aumento de tributos y derechos de justicia, que de beneficios propiamente agrícolas. Realmente les interesaba más controlar el territorio y sus gentes, y así poder colaborar en la defensa de posibles ataques externos, dicho de otra forma, aumentar su poder político.
Resumiendo, el proceso de nuevas roturaciones fue avanzando desde el siglo X, muy lentamente, coincidiendo con un aumento poblacional y una posterior innovación técnica, que aumentó la presión demográfica y provocó un aumento de las roturaciones, siendo ya estimulado por los propios señores.
LA VIDA EN EL MUNDO 
RURAL CAMPESINOS


Como ya comentamos en capítulos anteriores, realmente no conocemos cómo eran los útiles de labranza, solamente sus nombres, pues en los pocos documentos escritos relacionados nunca se describe estos artilugios, tan cotidianos para la gente de esa época. Sin embargo, los útiles de trabajo se debieron mejorar ligeramente.
Respecto a la alimentación, también muy poco conocida, parece que se fue imponiendo el modelo romano de cereales, gracias en gran parte al impulso de muchas órdenes eclesiásticas, en especial los benedictinos y su famosa regla. Así, este aumento continuo del pan hizo que aumentara considerablemente el uso del molino, que a partir de ahora desempeñará un importante papel en la economía rural.
Sin embargo, la construcción de los molinos requería grandes esfuerzos y medios, como la fabricación de las muelas y piezas de hierro. Así la iniciativa de construir estos edificios correspondía a la única persona que por su poder podía hacerlo, los señores.
Aquí aparece una nueva forma de explotación campesina, los señores vieron pronto las posibilidades económicas de los molinos, así, obligaban a todos los campesinos de su dominio a utilizar su molino, aunque estuviera lejos y hubiera otros más cerca.
Molino de agua
El aumento de la producción no parece que fuera provocado en gran parte por una mejora de los métodos de cultivo, sino más bien por su expansión a nuevas tierras.
Algunas pequeñas mejoras fueron la siembra de dos “tiempos”, es decir, cereales de invierno y de verano (que ya se usaba) junto con la introducción de leguminosas, que, a parte de ser un gran complemento alimenticio, reconstituía los suelos agotados por los cereales.
También parece que, al aumentar la tierra cultivable, se podían dejar los terrenos más utilizados en barbecho, dejando el tiempo suficiente para su regeneració
Parece demostrado que se debieron mejorar los útiles de trabajo. Aunque no hay pruebas fehacientes, el arado ( aratrum y carraca) seguramente que se adaptó para remover más profundamente la tierra. En esta época hubo un gran progreso en la industria metalúrgica, en principio estimulado por la aristocracia y sus equipos de combate, pero que hizo más corriente el uso del metal, lo que en el caso del arado se tradujo en un reforzamiento de las partes de madera, aumentando su eficacia.
Además, aumentó el uso de los animales de tiro, sobretodo el buey, mejora imprescindible para un aumento de la producción. En algunos sitios se introdujo también el uso del caballo, mucho más rápido que el buey, pero también mucho más caro de alimentar y mantenerlo.
Todos estos elementos tuvieron una influencia clara sobre el campesinado. Los señores aumentaron su poder y presión sobre los campesinos. Las mejoras del ganado de tiro y del arado, fueron en gran parte proporcionados por los propios señores, tanto con el préstamo, y la consiguiente amenaza de retirarles el “favor”, como con el crédito por parte del señor al campesino, lo que le convertía en su deudor, y, por tanto, una forma más de controlar su vida.
Otro factor importante fueron las nuevas desigualdades aparecidas entre los propios campesinos. Aunque las antiguas diferencias basadas en el origen del campesino, esclavo o libre, habían casi desaparecido, ahora se establecía una nueva diferencia, basada en la desigualdad económica. No todos los campesinos pudieron mejorar sus equipamientos, por falta de capital, y, por consiguiente, siguieron con sus arados ligeros y sus cosechas menos productivas, como consecuencia habrá campesinos más ricos ( o menos pobres) que otros.
LOS CAMPESINOS
Hacia el siglo XI es evidente, a pesar de la dificultad de demostrarlo con datos escritos, que en este nuevo marco feudal hay una clara tendencia al aumento de población. Esta progresión demográfica parece estar basada en aspectos tales como un ligero aumento de la longevidad media (pasó de sobre 40 años a 50), pero sobre todo por un gran aumento de la natalidad, a pesar de la altísima mortandad infantil.
Las principales características de este aumento de población hay que buscarlos en el descenso de ataques exteriores, la implantación del orden feudal, e incluso, por los nuevos valores de paz incluidos por la Iglesia, aunque las guerras entre señores rivales eran bastante comunes.
Sin embargo, el principal elemento de este proceso fue, sin duda, un incremento de la producción agrícola, debido a su vez al aumento de la mano de obra campesina. Esto no alivió, ni mucho menos, las penurias alimenticias de la mayoría de la población, las capas bajas ( la mayor parte de la población) seguían padeciendo una malnutrición crónica, hecho avalado por la creación de numerosos hospitales e instituciones de caridad promovidos por la Iglesia. Así se puede afirmar que estos nuevos excedentes no fueron aprovechados para alimentarse mejor, sino para alimentar a la nueva población.
Otro de los principales elementos de este proceso demográfico fue la transformación jurídica de muchos trabajadores. El señor, que todavía poseía esclavos domésticos, se dio cuenta que eran más productivos dejándoles una parcela a una pareja para roturar, creando también mejores condiciones para la reproducción.
Como sabemos de otros capítulos anteriores, estos esclavos terminaron nivelándose con el resto del campesinado libre, lo que provocó que se empezaran a dar matrimonios mixtos (antes no permitidos), y, por tanto, un nuevo impulso a la natalidad.
Estos nuevos excedentes demográficos hacían que los núcleos familiares estuvieran saturados, por lo que los jóvenes debían buscar nuevas tierras, en gran parte promovido por los señores, que no deseaban ningún cambio en la propia estructura agraria. Al final los señores muchas veces tuvieron que ceder ante esta presión y aliviar los núcleos familiares aceptando la división de las parcelas entre los herederos, así como la entrada de una cierta economía monetaria, que estimuló un mercado de la tierra.
Así, se podría afirmar que este impulso económico estaba basado en gran parte en la disgregación del gran dominio esclavista, que provocó un crecimiento poblacional, asociado además a un perfeccionamiento de los útiles agrarios, imprescindible para aumentar la productividad.
PINTURAS DE LOS TRABAJADORES EN LA EDAD MEDIA
Podemos considerar al campesinado como la fuerza fundamental del trabajo en la sociedad medieval. Y es que el campo fue el gran protagonista en la Edad Media europea. Los recursos que aportaba la agricultura y la ganadería eran la base de la economía y la tierra era el centro de las relaciones sociales, dejando al margen la revolución urbana que se vive a partir del siglo XIII. A pesar de ser la fuerza generadora de riqueza en la época los campesinos son presentados como gente ignorante y grosera.
Los campesinos medievales eran los que soportaban el peso fiscal del Estado ya que pagaban los tributos señoriales, los diezmos eclesiásticos y las rentas reales. Formaban parte del escalón más bajo de la sociedad medieval al ser los "laboratores". El trabajo campesino se desarrollaba en pequeñas unidades de producción de carácter familiar, pero las tierras eran propiedad del señor al que el campesino juraba fidelidad, entrando de lleno en la relación vasallática que lleva implícita el feudalismo. El campesino no producía para el mercado sino para su autoconsumo, aunque buena parte de la producción -fuera o no excedentaria- pasaba a manos del señor. La vida campesina era muy dura ya que el nivel tecnológico era muy básico, la productividad muy limitada y el peso fiscal muy determinante. A lo largo de la Edad Media encontramos importantes novedades tecnológicas que aportarán algunos elementos positivos al trabajo de los campesinos.